Tenía un plan. Fui a recuperarlo, porque una vez preguntaron por él.
Estaba lejos, muy lejos, no iba a permitir que esté al alcance de cualquiera. Decidí ir a pie, había tiempo para pensar. El suelo estaba seco, no por el movimiento sobre él, hacía tiempo no llovía, excepto hoy. Salí tarde, el sol se estaba yendo, las nubes ocupaban su lugar. Me detuve para observar la luz del exilio entre las máquinas de libertad. Comenzaron a sentirse los diamantes que cortaban mi ropa, vine abrigado. Puedo hacerlo incluso con los ojos cerrados.
No necesito pala, tengo mis manos. Aparto la tierra, era difícil por el agua. No recuerdo cuanto tiempo pasó, no me importó, nunca importó. Las manos me sangraban, la protección contra los acechadores. Por mí también lo era, principalmente por mí. Escucho el rítmo, creo...creo que lo recuerdo. Nunca hubo ninguna melodía, no me crean. El árbol sigue igual, las nubes de la noche ocultan mis acciones de los cielos superiores. Prefiero caminar. El planeta intenta rellenarse a sí mismo, pero intento apartarlo de lo que le pertenece, me. Es mortal, las historias que contaron fueron mentiras. Me siento más ligero, formar parte de este grupo inmenso, tan distinto, sigo siendo yo.
Creo que estoy cerca. Todos los animales están muertos, fue mi culpa, no pude hacer nada por ellos, aunque hice todo. Este es mi secreto.
Mis rodillas, no las siento, no las veo. Mis pies están fríos, les falta el néctar mortal que navega por el alma, distinto al caminar. Desaparecieron ya. Llegué, lo tengo. Los diamantes no pueden cortarlo, lo encontré, enterrado donde lo dejé.
Es mortal, y es mío. Sólo tú sentirás su rítmo. Nos pertenece.