martes, 26 de abril de 2016

#Eclipse

Del caparazón del pecado, bajo las alas de una noche con tormenta. Sobre el borde con sangre del extremo, lejos de tu mano. Bajo mi cuello, donde el aire se agota y un vacío invade para completar. Sobre un camino donde reina la incertidumbre que conlleva al miedo. Un final que es sólo el comienzo, porque sobre el puente, bajo las almas, yace su corazón en la punta de una lanza. 

Nadie te merece. Bajen los brazos y dejen de creer. Esta noche, el corrupto latente bajará del cielo sólo para tenerte en sus brazos. Ahora todos se sienten seguros, pero es cuando menos lo están. El hielo corta la piel, pero la sangre teme salir, adentro está más fría. 

Sobre su brazo, sosteniendo al verdugo, un abrazo de mirada. Callan las almas, perdidas, sin cuerpo. Sobre el cuero oscuro que me protege caerán dos gotas que encaran por caminos diferentes. Una azul, con voluntad, firmeza y capricho. Otra, roja, con versatilidad, inseguridad y miedo. Alguna llegará primero que la otra al suelo, y en ese entonces el cuero se imbuirá con su esencia. 

Cuando ardan las llamas me recordarás. Sabrías cuanto vale la pena estar vivo y apreciar cada momento, incluso los que sentís que van a repetirse y volverse tediosos -no-. Cuando pienses que todo va a desaparecer, que el cielo se parta, absorbiendo a su vientre toda alma con quien tu cuerpo haya interactuado, interna y externamente. Nadie te va a salvar. Estás dejando ir un futuro, el total futuro de la humanidad, el infinito al final del tiempo, porque tu decisión cambia absolutamente todo, el día que exista. 

Con una lanza en el corazón, escondido en el pecho de la montaña donde nació la oscuridad. Aquella que canta cada noche en tu ventana mientras la nubes felicitan con aplausos y quiebran los vidrios, dejando entrar la sinfonía que corre por mis venas y nace al final de aquella punta de hierro, forjada en el abismo donde la esperanza se precipitó sin alas por primera vez. No importa. Me voy a arrancar los ojos esta noche, no quiero ver la muerte que depara el gran futuro incierto que tu pecho palpita cada noche. Esta noche vas a ver nacer de la ceniza, una profesía sin final que te abrace. Entonces te vas a sentir sola, porque cuando enciendas la luz, ya me habré ido. 


Hay una cosa que deberías saber. Hay una oscuridad en el hombre, y me temo que tú la contemplarás. Que el miedo dé pie a la autorreflexión, o bien a una destructiva nostalgia...sólo depende de ti. No temas, tu elección no te ganará el desprecio.